- Mitad de
primavera y las pésimas condiciones meteorológicas en Ordesa me
obligan a cambiar de plan en el último minuto, por lo que me embarco
en la aventura Tracaletera a los más conocidos barrancos de Navarra.
El gran Roberto Ayala dirige la expedición, así que
tras contactar con él y ultimar algunos detalles dejamos la cálida
Valencia para dirigirnos a tierras más frías.
El grupo quedó
configurado por 8 ávidos deportistas, Felix, Minerva, Miguel Ángel,
Roberto, Ana, Jose Ángel, Silvia y el guapísimo, majísimo,
ingeniosísimo y divertidísimo Jorge Calpe, con un plan para viajar
en tres vehículos, ya que logísticamente era lo más óptimo.
Nos encontramos
en el camping Arantz la noche del viernes 28 de mayo 2018 y tras los
pertinentes intercambios de besos, abrazos, y caricias variadas,
directamente nos dispusimos a dormir y prepararnos para la jarana.
El sábado
amaneció nublado y con lluvia ligera cumpliendo así con las
previsiones meteorológicas, por lo que sin esperar grandes chubascos
decidimos que aunque no era lo más deseable seguiríamos adelante
con el plan de descender el archiconocido Artazulo.
Salimos con los
tres vehículos al punto de retorno, donde dejamos uno de ellos y con
los otros dos nos dirigimos a la cabecera para vestirnos con el traje
de luces entrar al ataque.
Al llegar al
cauce pudimos confirmar que el caudal era acorde con la información
que nos habían facilitado previamente, por lo que no cabía esperar
tener problemas por movimientos peligrosos, sin embargo, para nuestro
pesar nos encontramos con otro grupo delante que nos retrasó
ligeramente antes de poder empezar a montar cuerdas, pero cuando nos
llegó el turno, salió todo a pedir de boca. No empezó nada mal el
primer rapel, con sus 33 metros de caída, la mitad de ellos volados
te pone las pilas, a continuación tocaba superar un tramo de unos
200m de cauce sin interés deportivo, y después de esto, las
formaciones en los pliegues de estratos, marmitas y resto de rápeles
hacen honor a la fama de este descenso. Como punto más destacable,
sin duda la última vertical con 45m, la mitad de ellos también
volados en el gran circo final.
- Tras este
descenso teníamos intención de atacarle al modesto Licebar, y dado
que la lluvia nos estaba respetando, allá que nos dirigimos.
De nuevo teníamos
la opción de combinar vehículos para ahorrar algo de pateo, por lo
que siguiendo las indicaciones del GPS de Rober, conseguimos llegar
al cauce por un sendero inexistente y jabalineando de vez en cuando.
En este barranco
ya no corría el agua, aunque nos constaba que había dejado de
hacerlo muy recientemente y por lo tanto las pozas estaban llenas,
así que ataviados con el equipo completo iniciamos el descenso.
Nos quedamos un
tanto despagados con este descenso, ya que los rápeles no tenían
demasiado interés, a excepción del gran salto de más de 60m que
supera una marmita colgada en una preciosa olla revestida de verdín,
sin embargo para rellenar la tarde quedó un día muy completo.
A la salida del
Licebar llegamos de nuevo a la base del último rapel del Artazulo
que habíamos descendido por la mañana, y de nuevo pudimos admirar
su magnificencia.
- El segundo día
la meteo auguraba una ligera mejoría, y aunque seguíamos teniendo
temperaturas frías, acertaron con la lluvia.
Nuestra aventura
esta vez pretendía ser la de descender el barranco Diablozulo, que
con sus múltiples rápeles muy próximos entre sí confieren al
cañón un carácter notablemente vertical y destacable estética.
Al igual que el
día anterior dejamos un vehículo en la salida del barranco y con
los otros dos nos dirigimos a la cabecera, para lo que una de las
conductoras tuvo la brillante idea de adentrarse en un campo
enfangado para dar la vuelta, y como no podía ser de otra forma, la
furgo se quedó atascada, por lo que tuvo que acudir al rescate la
asistencia humana. Afortunadamente no costó mucho salir del
atolladero y pudimos continuar con el plan sin más drama.
Al llegar al
cauce pudimos ver que el caudal era el que esperábamos encontrar,
sin complicaciones. El descenso fue relativamente rápido para
tratarse de un grupo de 8 personas, ya que no tuvimos ningún
incidente con las maniobras ni tampoco encontramos tráfico en el
interior.
En esta ocasión
también hubo unanimidad en cuanto a que había sido un barranco
disfrutado por todos.
Al terminar el
barranco Félix y Minerva debían abandonar la expedición para volver
a Valencia, por lo que nos despedimos y el resto del equipo volvimos
al camping para regalarnos una merecida siesta.
- Día tres: Tras
dos jornadas de actividad, la rodilla de Ana estaba un tanto tocada,
sin embargo, adentrarse en la cueva de la Leze era la actividad que
más le motivaba de todas las programadas, por lo que hizo de tripas
corazón y decidió acompañarnos en la aventura.
El tremendo frío
que hacía esa mañana terminó minando la moral de Silvia que se
descolgó del grupo. Quedábamos cinco para entrarle a la Leze, y
allá que fuimos.
Hicimos una aproximación distinta a la habitual y no resultó fácil.
Finalmente
llegamos a la cabecera y desde allí, ya en nuestro medio, todo fue
coser y cantar. Un rápel, dos, tres… y así hasta la salida
rebajando considerablemente el tiempo reseñado para este descenso, y
sin que por avería ni batería se apagara ningún frontal!!
Por la tarde
pretendíamos dar una vuelta por Pamplona, pero conforme nos
acercábamos a la ciudad, el oscuro nubarrón que la cubría
descargaba cada vez con más fuerza, incluso con pedrisco, así que
nos dimos la vuelta y volvimos al campo base para completar el día
con unas birras en la taberna del pueblo, amenizadas además por
juegos de ingenio, y un par de partidas de dardos que terminaron casi
en pelea por el mal perder y las triquiñuelas de una compañera cuyo
nombre empieza por S y termina por ilvia, pero prefiero obviar para
evitar represalias. Tras el aperitivo dimos paso a la suculenta cena
que nos esperaba en un reconocido restaurante de la zona.
- El último día
amaneció radiante con el solazo propio de la primavera que tanto
extrañábamos. Pusimos rumbo a Fago a completar el viaje con un
descenso que algunos ya conocían.
Al llegar al
parking de cabecera nos apenó ver un grupo que ya se estaba
cambiando y que probablemente entraría antes que nosotros, sin
embargo, enseguida vimos que se lo estaban tomando con calma y nos
pusimos las pilas para tratar de pasar delante, cosa que finalmente
conseguimos.
Al bajar al cauce
vimos que el caudal era un tanto alto, hasta el punto de que nos
encontramos con una pareja de chavales que se habían dado la vuelta
asustados por el rugido en el primer rapel, pero puesto que teníamos
constancia que ya llevaba semanas descendiéndose, y aunque iba
fuerte, todavía no lo veíamos peligroso, preferimos ver la
situación con nuestros propios ojos.
Efectivamente en
el primer rapel había un movimiento que desde arriba parecía un
rebufo y no invitaba a meterse dentro, sin embargo lo pudimos evitar
sin problemas, y a partir de este punto, disfrutamos de los saltos y
rápeles que nos brindó el barranco sin ningún incidente, resultando
un descenso muy acuático e interesante.
Volvimos al coche
tras una caminata por el cauce del río sin interés deportivo desde
el último salto, comimos algo y pusimos rumbo a casa para finiquitar
esta excelente experiencia.
Redacción: Jorge Calpe
Fotografías: José Ángel, Miguel Ángel y Roberto
Fotografías: José Ángel, Miguel Ángel y Roberto
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