miércoles, 27 de enero de 2010

ASALTO DE MARRUECOS(2ª PARTE)

18-enero- 2.010

Quedaba el norte de Marruecos por conquistar y un solo “guerrero del pedal” en aquellas tierras. A los lomos de su bien engrasada máquina y ya curtido en batallas similares, sabia cual era la estrategia a tomar, pero aquello no le libraba de un ligero nerviosismo mezclado con ilusión. Y fue esto, ilusión, en lo que estaba basada su estrategia. Sabia que mientras no la perdiera cualquier empresa estaba a su alcance.

Tras acompañar a sus compañeros al aeropuerto, empezó su gran momento del viaje. Intranquilo y con ganas se dispuso cuanto antes a cabalgar sobre su máquina. Era allí, con su bici y sus planos donde se sentía seguro y se crecía. Fue en ese momento de montarse en la bici y ojear el primer plano cuando el nerviosismo pasó y la ilusión se apodero de él.

Tras esquivar hábilmente al dueño de la posada, que buscaba unas monedas extras por el cuidado de la máquina, se alejo de la seguridad que te da la medina y se adentro en la maraña de tráfico de Casablanca buscando como primer objetivo del día Mohamedia. Viendo los buenos tiempos que llevaba decidió apostar fuerte e ir a por Rabat. El día ya estaba bastante avanzado y le quedaban escasamente 3 horas de sol para poder realizar los 70 km que le separaban de la capital. Desarrollos duros,, avituallamientos medidos, una cabeza fría y unas piernas calientes, le llevaron apurando los últimos rayos de sol hasta la preciosa entrada a la medina de Rabat.

Había sido un día intenso y el “guerrero del pedal” necesitaba de un paseo por las abarrotadas calles de la medina, catando y probando los sabrosos productos que ya no se hayan allá en su tierra, a orillas del mediterráneo.

19- enero-2.010

El día amaneció con una niebla espesa que te iba calando y te hacia desear estar fuera de aquellas latitudes. Tierras bañadas además de por aguas del Atlántico, por los numerosos ríos que hacían de aquellos valles un lugar fértil y tan rico para la agricultura. Fue un paisaje misterioso de neblina y bosque el que fue atravesando en sus primeras horas. Tras cruzar la fea población de Kenitra y alejarse de su caudaloso río navegable el día empezó a mejorar, su cuerpo comenzó a perder esa humedad que le hacía tan desagradable el esfuerzo en el pedaleo y a recuperar la temperatura confort. A partir de ahí, 90 km de buenos caminos para la bici y malos para el tráfico a motor, que hicieron que aquellas horas fueran pasando sin darse apenas cuenta. Gente trabajando la tierra, burros llevando y trayendo productos entre aldeas, niños jugando, mujeres lavando ropa, campos y campos de cultivo, etc. hacían que el esfuerzo que sus piernas estaban haciendo apenas tuviera importancia. Y así pasaron los kilómetros hasta que llego a zona costera de nuevo, y las formaciones dunares se apoderaron del entrono. Allí estaba, eran las 14:30 y tenía su objetivo del día a tiro de piedra. De pie, junto a su bici, pisando la arena amarilla de la playa, con un sol de enero que empezaba a parecer de agosto, pensativo, estudiando el terreno, las horas de luz que le quedaban al día y ...... sin poder llegar. La desembocadura de un inmenso lago le tenia separado de Moulay Bousselham, pueblo en el que debería buscar hospedaje y descansar antes de la siguiente jornada. Aquel pueblo tenia lo que ansiaba, lo que buscaba en sus viajes, un entorno natural mágico, océano, lago y bosque lo rodeaban por los cuatros costados y una gastronomía basada en las capturas del día de los pescadores del pueblo. Y sin poder cruzar. A la mente le vino aquella vez que se encontró en situación similar en tierras de Doñana, donde la desembocadura del Guadalquivir le separaban de Sanlucar de Barrameda. Igual que en aquella ocasión empezó a agitar los brazos y a gritar, para captar la atención de unos pescadores que se encontraban en la otra orilla. En este caso la comunicación verbal con aquellas gentes fue nula, puesto que no hablaban la misma lengua, pero cuando dos se quieren entender al final se entienden. Subiendo la bici a la barca y en compañía de aquel hombre conseguí llegar a tan preciosa villa. En dicho pueblo solo había un hospedaje, bastante caro por cierto para mi presupuesto, así que tras conversar con varios lugareños conseguí que uno me dejara dormir en una habitación de su casa a cambió de unas cuantas monedas de plata.

Un tangine de pescado en una mesa en medio de los vendedores de pescado fue la recompensa para aquel día tan largo en el que había disfrutado de una manera romántica de aquellas tierras.



20- enero- 2.010

Tras un buen desayuno en casa de aquel amable hombre, me disponía a llegar hasta Assilah. Población ya en una zona que fuera durante una época parte del protectorado español de Marruecos. Me estaba acercando a tierras algo menos ajenas, pero que seguirían asombrándome hasta el final.

Haciendo caso omiso de las indicaciones de varios lugareños para llegar a dicha población, tuve fe en mis croquis y en mi intuición, y me adentré de nuevo por unas extensas tierras de cultivo. El sol de la mañana iba despertando mis sentidos y las sensaciones fueron increíbles. La calma y el sosiego de unos campos trabajados con el esfuerzo del hombre se iba apoderando de mi, y antes de que me diera cuenta ya estaba en Larache. Ciudad costera e importante enclave del que fue en su día el protectorado español.

Ya en los últimos kilómetros previos a Larache se notaba que el terreno iba cambiando. Éste se empezó a ondular suavemente y a partir de Larache y hasta Assilah dichas ondulaciones se convertirían en colinas. No serían de gran importancia, sino fuera por lo que significaban. Me estaba acercando a Tánger. Ciudad de entrada al continente olvidado, África, enclavada en la costa y flanqueada al sur por lo que es la continuación del sistema bético; las montañas del Rif. Dichas estribaciones que iba superando pedalada a pedalada eran el extremo más occidental del Rif.

Y al cabo de 90 km, allí estaba Assilah. Medina rodeada por anchas murallas de piedra, a los pies del Atlántico. Callejones encalados, casas bañadas con un azul o verde suave, fachadas decoradas con pinturas, maceteros, farolillos, cuadros, alfombras, contraventanas de madera de colores vivos, pavimentos empedrados,, minaretes en oración, ....... grande, muy grande, grandiosa Assilah.

Muchos habréis oído hablar de la famosa Chefchauen, pero esta localidad, algo menos conocida, la encontré con bastante más encanto y, por supuesto, mucho mas limpia.

21- enero- 2.010

Era el último día y todo a mi favor, el día acompañaba, eran pocos kilómetros e iba sobrado de energías y ganas. Así que tras dormir la noche anterior en una habitación que un fulano me alquiló, me empecé a alejar de tan bonita población, paralelo a la costa con unas vistas de un océano tranquilo y azul que también sabía que era mi último día junto él. Desde Essaouira que nos había acompañado en todas las etapas mostrándonos todas sus caras, pero esta era la de un océano sonriente.

A los 40 kilometros, y tras algunos de estos entre dunas, me despedí de él en busca de Tánger. No había manera de parar, yo ansiaba llegar, la bici ansiaba llegar y hasta mis alforjas ansiaban llegar. Lo sabían, sabían que era el último día y no hubo tregua, no hubo descanso, no hubo paciencia, hubo pasión, hubo entrega, hubo ...... ilusión. Tánger estaba ahí y ya no quedaba nada.

Cruce Tánger como un poseso, como un fantasma que no toca suelo, no tenia ni puta idea de donde estaba el puerto, pero algo me decía por donde iba el camino, y yo seguía y seguía y seguía, y ...... allí estaba, delante de mi. El estrecho. Mis pies en África, mis ojos en Europa, y mi corazón ...... fugado

3 comentarios:

Héctor dijo...

grandeeeee Iván!!!!!!!!

Arturo dijo...

Bonita experiencia...!!!

Victor dijo...

A pesar que los pedales son uno de mis peores temores... envidio la experiencia!! Bravo al guerrero del pedal!! BRAVO!!