lunes, 24 de agosto de 2009

Benasqueando

Aprovechando la invitación que se nos brindó desde la Asociación Turística del Valle de Benasque (ATVB) para pasar la proyección de Gavarnie y echar una charla, subimos de nuevo a nuestros pirineos a pasar unos días.

Ya el miércoles temprano quedamos Diego, Mónica, Ana y yo en la Peña de San Miguel, un lugar de dimensiones monumentales. Junto con Peña Aman, estos murallones se levantan 400 metros sobre el río Flumen en unos abismo verticales conocidos como el Salto de Roldan.

Las Palomeras del Flumen es quizás el descenso más deportivo de Guara en cuanto a su dimensión acuática. El río, de cauce tranquilo, amplio y vestido, se revuelve a su paso por el Salto de Roldan transformándose en un meandro salvaje, estrecho, vertical y espumoso donde el estruendo del agua parece haber espantado hasta la ultima raíz de la vegetación del lugar.

Hasta en dos ocasiones he tenido oportunidad de bajar al cauce, para dar media vuelta aventado por el extraordinario caudal de este río. Pero esta vez, tenemos la confirmación de que las presas están cerradas (tan sólo dos días antes) y que esta vez sí, no hay suelta que valga como excusa.

Animados por el calor que cae en estas tierras de solana, rápidamente llegamos al cauce, donde nos enfundamos los neoprenos. Al instante, nos encontramos nadando en el Flumen, mirando de reojo las orillas buscando indicios que nos confirmen la asequibilidad del caudal. El cauce comienza a serpentear. Algunos pequeños saltos bravucones dan paso a las magníficas paredes, preludio de las angosturas que nos esperan al encuentro. Por fin, el primer salto. Esta vez sí, la piedra no está totalmente cubierta por un manto de espuma. Mi pie, se funde entre el musgo verdoso que cubre esta roca. Las Palomeras del Flumen son nuestras.

No llevamos topografía, y apenas recordamos vagamente la reseña que meses antes leímos atentamente. Vamos a vista sin ver más que las burbujas de la ferviente espuma de este cauce.

El río se hunde en una fisura que gira tan pronto a derechas como a izquierdas, mientras las aguas indomables chocan contra las paredes, tratando de seguir su rectilíneo camino en este tortuoso trazado.

Poco a poco vamos salvando las dificultades, haciendo oposiciones, buscando el final de las marmitas, salvando las contras y saboreando cada trago de agua como si fuera el mejor Somontano. Quién podía imaginar que 100 metros de cauce salvaje dieran para 100 momentos tan intensos… momentos que no vamos a desvelar, porque bien vale la pena descubrir.

El estrecho llega a su fin. El barranco no nos ha defraudado en absoluto. Queda el infernal regreso al pie de las grandes paredes, bajo el calor agotador de este mes de Julio. La parte más dura de este singular descenso de Guara empieza mientras todavía saboreamos en nuestros labios, la miel de las aguas vivas.

El jueves decidimos hacer una actividad para los cuatro, así que nos dispusimos a descender la Aigüeta de Barbaruens, un descenso de corto recorrido y media dificultad, pero que recoge durante su descenso todo un conjunto de ambientes y sensaciones apasionantes. El ambiente emboscado y sombrío, junto con el encañonamiento del cauce en ciertos tramos dan sensación de estar en un verdadero cañón del pirineo. Sin embargo, las dificultades que presenta este barranco no llegan a suponer ningún obstáculo serio, y dado que la mitad del grupo no se desenvolvía tan bien en esto del barranquismo, pensamos que sería un buen descenso para todos.

La aproximación al barranco nos llevó unas dos horas (que tampoco tienen desperdicio) tras las cuales, la senda nos condujo hasta el singular inicio de este cauce. Algunos toboganes inesperados y varios rápeles al cuerpo improvisados, sirvieron para entrar en escena y hacer de los inicios del descenso, toda una aventura.

He de decir que tanto Mónica como Ana se portaron como unas verdaderas barranquistas (a pesar de aquellos gritos de “me voy a morir!!”). Ana se bautizó en esto de los saltos a diferentes niveles, demostrando una vertiginosa progresión. La técnica de rápel se consolidó poco a poco, aunque Diego y yo, de vez en cuando íbamos dando indicaciones técnicas para su mayor perfeccionamiento (culo, culo!!! más culooo!!!).

El descenso lo realizamos en un tiempo record. No tenemos datos de nadie que haya tardado tanto en realizar el descenso (9h, aprox.). Pero por lo menos nadie salió traumatizado y todo pudimos regresar a casa con la grata experiencia de haber bajado este barranco pirenaico una vez más.

Ya en los coches nos despedimos de Diego y Mónica que regresaban a Valencia.

El viernes quedamos con Gabriel y Lina. Por la mañana contactamos con Begoña, de la ATVB, quien nos transmitió la invitación de Monchu para comer juntos en las instalaciones de Ampriu. Allí disfrutamos de la buena compañía de la gente del valle, de su comida, y en especial, del “telesilla de amor”, un telesilla que por su baja velocidad, da para más de un ligoteo entre parada y parada.

Por la tarde, echamos la proyección de la Cascada de Gavarnie, la cual tuvo muy buena acogida, y que despertó la curiosidad de los asistentes, los cuales hicieron multitud de preguntas, las cuales fuimos respondiendo como mejor supimos.

Y por la noche, la gran cena…

Creo que ninguno de los asistentes habíamos visto en un mismo plato, tanta cantidad de carne. Y es que la palabra “chuletón” cobró una nueva dimensión aquella noche. Comer aquel inmenso pedazo de carne se convirtió en un auténtico reto, que bien podría compararse a algunos de los retos deportivos superados… por lo menos tuvimos que sudar de lo lindo para dar sentencia a aquel chuletón. Ni que decir que el reto se consiguió, y que el chuletón estaba buenísimo, cosa que fue facilitada por el estupendo vino que nos sirvieron. De nuevo, agradecer a Aurora, Begoña y a Monchu su gran hospitalidad y sus infinitas atenciones.

Sábado

El día siguiente era un poco raro, pues daban tormentas para la tarde y no queríamos arriesgarnos a que nos cayera el gran chaparrón, así que nos dividimos en dos grupos. Los barranquistas se acercaron al Eriste para hacer sus tramos más interesantes, mientras que los montañeros, terminamos realizando la ruta circular de “Los Tres Barrancos”. Esta ruta con inicio en Benasque, da la vuelta por la falda de las montañas inmediatas, cruzando tres barrancos y devolviéndonos de nuevo al valle tras un par de horas de marcha tranquila.

Y aquel día tampoco dio para mucho más, así que por la noche nos acercamos los pubs más centricos del pueblo a tomarnos la última del finde.

Domingo

Por la mañana nos despedimos todos. Mientras los que tenían que regresar pronto a Valencia decidieron darle un tiento al Barbaruens que les pillaba de camino, Ana y yo que no teníamos tanta prisa, optamos por hacer algo de montaña pirenaica, así que nos dirigimos hacia el Ibon de Cregüeña.

Este lago de alta montaña es el mayor del pirineo oscense, y el tercero de todo el pirineo. Enclavado a 2630 metros de altitud, la ascensión hasta el ibón representa de por sí una actividad de entidad. Para acceder hasta el ibón, partimos desde los Baños de Benasque, a 1670 metros, lo que implica un desnivel acumulado de casi 1000 metros, por “sendas” que se pierden entre la caótica marea de bloques que caracteriza a este recorrido.

Durante la ascensión, fuimos acompañados en todo momento del caudaloso río Cregüeña y de un tupido bosque de pino negro que nos permitió gozar en los tramos iniciales de un sombrío y fresco recorrido. A unos 2000 metros aproximadamente, llegamos hasta unos llanos que nos dan un pequeño respiro. Desde el inicio podemos contemplar por el margen derecho del río, la infernal subida que aguarda en las últimas trazas de bosque. Junto a una surgencia del camino, paramos para comernos parte del bocadillo y recuperar el aliento.

Una vez desaparece el bosque, las pedreras se acentúan. Los mojones que existen por doquier, sirven de orientación para buscar el mejor paso entre los bloques, aunque la ruta no tiene perdida pues el mismo río ya nos indica el camino. El tiempo está nublado y todavía no sabemos si va a caer la de Dios. Las nubes que se ven a lo lejos no son muy terroríficas, así que confiamos en que se contenga la lluvia. Pese a todo, sopla de vez en cuando un aire helado, lo que nos recuerda que ya estamos en el corazón del macizo pirenaico.

En unas 4 horas por fin alcanzamos la desembocadura del lago. A su alrededor se levantan varios tresmiles que desconozco. Aragüells (3037 m), Maladeta (3308 m), Maldito (3355 m)… los apunto mentalmente para una próxima incursión…

Caminamos brevemente por el margen izquerdo de este manífico ibón para poder apreciar el lago en su totalidad, pues su forma y dimensiones lo hace complicado. Pero el tiempo se nos echa encima, así que tras terminarnos de comer el bocadillo, decidimos regresar por donde vinimos y dar por finalizada la excursión y nuestra estancia en el siempre acogedor y sobrecogedor valle de Benasque…