sábado, 15 de julio de 2017

Barranco “El Gorgo de la Escalera” y clausura de las jornadas de iniciación de barranquismo 2017.

Con la excusa de clausurar las jornadas de iniciación de barranquismo de este año nos ponemos en marcha para hacer el Barranco del Gorgo de la Escalera; un barranco de iniciación que se encuentra en el municipio valenciano de Anna.

Un barranco tan bonito como refrescante, que consta de 3 rápeles, de los cuales el último impresiona por estar junto a una cascada de 25 metros de altura.

Andrés, Mario, Mar, Iris, Anna, Carlos, Vicent, Silvia y una servidora nos disponemos a hacer este barranco, pero sobretodo, a disfrutar del inicio de lo que será una jornada intensa y repleta de momentos agradables.

Dejamos el coche en el parking de acceso a la zona de baño y accedemos al barranco desde una senda que sale antes del puente que cruza la carretera que traíamos; nos vamos a encontrar 3 rápeles, el primero de 8 metros, el segundo de 12 y el último de 25, con zonas de nado y pozas muy cristalinas en las que intuimos mucha profundidad.

Su aproximación es inmediata y con escasos 30 minutos de retorno.


















El primer rápel lo encontramos debajo del puente mencionado anteriormente, termina en una poza con agua y decidimos saltarlo para, posteriormente, entretenernos haciendo saltos de lo más variopintos.





Para el segundo rápel montaron dos instalaciones para agilizar la bajada de los integrantes del curso.












Al igual que el anterior, termina en una poza con agua, agua que nos acompañó hasta el final y que nos permitió ir a nado, disfrutando de un entorno plagado de tupida vegetación que te incita a estar en silencio y disfrutar, con los cinco sentidos, del entorno en el que te hallas.






















Y con esta armonía que recorría nuestro cuerpo, al igual que el frío de las aguas, llegamos a la zona de la Escalera, que es donde se encuentran las famosas piscinas naturales, a tope de bañistas y que contrasta entre la “jungla tropical” en la que parecíamos inmersos, los bañistas, y nuestros neoprenos saliendo del agua sigilosamente.














El último rápel, volado y junto a una cascada, nos brinda un inigualable colofón a un bonito y fácil descenso que nos sirvió para mitigar el sofocante calor, aunque fuese sólo por unas horas.




Comentamos todos los cursillistas que se nos ha hecho corto, que ha sido una gozada, que queremos más y más, y que por el momento vamos a aplacar nuestras ganas con una foto de grupo y con la idea de que aún nos queda mucho día por delante para disfrutar.









Encontramos el escape para el retorno justo unos pocos metros después de pasar un gran árbol caído que casi bloquea el paso, en el margen izquierdo del barranco, y una vez nuevamente en el parking, nos disponemos a reponer fuerzas, ya que en la casa donde vamos a pasar el resto del día, en Anna, nos esperan Nuria, Jero y el pequeño Alex, Ximo, Loli y Josep con una paella cocinada lentamente y a leña, obra de Jero y un tirador de cerveza artesana ofertado por nuestro maestro cervecero Vicent.


Y así, entre reencuentros, anécdotas del barranco, recuerdos de tiempos pasados y conversaciones sobre para qué sirven los lúpulos, qué es la malta y sus tipos o las levaduras de fermentación más utilizadas, signo de que aquellas cervezas, al igual que la paella, nos estaban impregnando el gusto de sensaciones, pasamos una comida y sobremesa de lo más amena, que sorprende a los cursillistas cuando se comienza a hacer entrega de unos diplomas de participación en las jornadas de iniciación que nos llenan de una ilusión tremenda y a la vez, de una cierta nostalgia ya que, a partir de ahora, tenemos que echar el vuelo, instruirnos, formarnos y participar en las actividades que podamos para poder ir progresando y disfrutando de todo lo que el Club, y los integrantes de él, nos pueden ofrecer, y nosotros a ellos.









Una vez entrada la tarde, con los estómagos llenos y levemente embriagados por los licores, el vino y la cerveza artesana nos acercamos al Gorgo Catalán, de verde agua, para aplacar el intenso calor que nos acompaña, y así, a este pausado ritmo, nos volvemos a ver envueltos en una tarde de anécdotas y risas que dará paso a una torrà en la casa que habíamos dejado momentáneamente, para poner fin a esta jornada tan placentera y llena de buenos momentos, tan buenos como su gente.

























Redacción: Marta

domingo, 2 de julio de 2017

Barranco Río Juanes o Cueva del Turche.

Domingo soleado y madrugón, toca barranquear y en este caso el elegido es el Barranco del Río Juanes.

8:15 en la gasolinera de Museros han quedado Andrés, Anna (en adelante Bayarri) y Soro para salir hacia Buñol, donde se encontrarán con el resto del personal, Roberto, Sevi, Jose Dolz, Silvia e Irish.

8:45, nos juntamos todos/as en la gasolinera de la entrada de Buñol, café y algo de comer mientras se prepara la distribución de material en los coches para hacer la combinación.
Partimos hacia el aparcamiento del barranco, atravesando el pueblo no sin antes paralizar el tráfico del municipio para comprar el preciado “pan de pueblo”. Proseguimos y realizamos la combinación de coches.
Aparcamos los coches, cogemos mochilas y empezamos la aproximación. En pocos minutos encontramos la cabecera del barranco y toca ponerse el neopreno con algo de dificultad debido al calor que hace.










Todo el mundo listo y lo primero que nos espera es un salto a la primera poza para refrescar, nos recreamos un poco ya que el caudal de la poza lo permitía y de paso practicábamos los saltos.




Como pececillos continuamos por el agua hasta dar con el primer rapel encajonado que le da cierto encanto, preludio del siguiente rapel con el que disfrutamos descendiendo a una bonita zona de baño conocida como la Cueva de las Palomas.









Después de este regalo para la vista nos toca caminar hasta encontrar el siguiente rapel, esta vez seco y con alguna rama con la que poder rozarse más de lo que una quiere, a partir de aquí nos adentramos en zona de charcas, juncos secos y zarzas que dificultaban el paso.













Una vez pasado este tramo pasamos por una cueva que nos devuelve la vista amable de este barranco.
Proseguimos y llegamos a un punto donde un simpático perro nos recibe nadando por el agua, tras pasar por un paso encajonando dentro de la roca.























Un poco más adelante parte del grupo (Sevi, Dolz, Andrés y Soro) optan por saltar a la siguiente poza, alguno que otro se lo pensó más de la cuenta y grito más de la cuenta.



Mientras, Silvia, Bayarri, Roberto y yo rapelamos por una pequeña cascada de agua hasta adentrarnos dentro de ella y dar a una pequeña cavidad, una especie de pequeña sala digna de contemplar que daba a la misma poza.




Continuamos hasta el siguiente rapel, donde la instalación nos evita la caída del agua que queda a nuestra izquierda mientras que el siguiente rapel con agua nos ayuda a refrescarnos.





Estamos llegando al final y divisamos desde las alturas el lago de la Cueva del Turche, zona frecuentada de baño donde tuvimos bastantes espectadores/as.









Este último rápel es la guinda del pastel de este barranco, 35 metros de bajada siendo los últimos 10 metros volados lo que lo hace más divertido para concluir en un lago lleno de turistas a los que amenizamos por un rato y nos despidieron con aplausos.
Tras el barranco se improvisó una comida en el pueblo donde reponer fuerzas y “arreglar” un poco el mundo. Sin duda un día divertido, en un entorno cerquita de casa y dotado de gran belleza.


Redacción: Irish